La mano que sostiene

 

Me asusta ver que muchas cosas siguen igual.
Las delgadas líneas que se cruzan sin darnos cuenta entre dar una opinión y defenestrar a otro. La gigante disimilitud entre escuchar lo que nos están diciendo o simplemente rescatar lo que alimenta nuestro ego. La indignación que provocan algunas cosas superficiales y la indiferencia a los problemas profundos.
¿Qué nos molesta? ¿Quién lo dice o lo que dicen?
¿El mensaje o el mensajero?

Hasta el infinito repetimos “No le hagas a los demás lo que no te gusta que te hagan”; pero no sacamos nuestro “yo” de la cuestión y empapelamos las calles con carteles de falsa empatía que dura demasiado poco.
En lugar de intentar aceptar lo que el otro siente, nos limitamos a pensar lo que sentiríamos en su lugar. Muchas veces puede coincidir, otras muchas no. Pero siempre volvemos a nosotros a nuestras realidades, a nuestra miopía, negando tal vez sin querer, lo colectivo y estructural de las injusticias y buscando permanentemente quiebras en los discursos para sostener nuestras creencias y posturas.
No debería ser tan complejo pero lo es. Porque pensar de forma más amplia implica reducir nuestros prejuicios y reducir nuestros egos.
Es imposible cambiar el mundo si no cambiamos nosotros. Y aunque casi todos nos veamos como buenos samaritanos , hay cosas que no estamos haciendo bien y llego ,tal vez, el momento de cambiar el chip.No se trata de dar la mano a nuestro igual durante un breve instante sino de dar la mano siempre para que seamos realmente consciente que esta mano que sostengo forma parte de un todo al igual que yo formo parte de ese todo

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