Últimamente siento que la prisa es uno de «los males» de
estos tiempos. Y me refiero a la velocidad porque sí, esa que tenemos
instaurada, casi crónica diría yo, en el día a día, muchas veces sin ninguna
razón real para ello
De aquí para allá corriendo, todo es urgente, todo es para
ya, vamos como “pollos sin cabeza”, sin dedicar tiempo a la reflexión, al
pensamiento, al aburrimiento, al silencio, a lo básico. Es una sensación que
llevo años con ella, la prisa como “metida en el cuerpo”.
Es como si cogiéramos esa costumbre, como un hábito, andamos
rápido, comemos veloces, miramos el móvil de manera «compulsiva» y leemos en
diagonal las noticias. Es nuestra manera de movernos por el mundo. Queremos todo
ya y si la pagina tarda en cargarse maldecimos la poca capacidad de la recién
estrenada fibra óptica que prometía todo a velocidad luz
Os reconozco que soy impaciente por naturaleza, tengo mucha
energía y me gusta hacer cosas casi continuamente, es mi manera de ser (digo
yo). Y me gusta esa sensación de avance, de ilusión, de energía, de ganas. Pero
últimamente las prisas me abruman, no darme mi tiempo para determinados asuntos
me hace sentir mal. De las prisas paso al estrés y de ahí a una sensación
incómoda que lo inunda todo y que creo que acaba afectando a más áreas de mi
vida (al descanso, cómo me alimento, cómo me relaciono…). Será la edad y el
darme cuenta de que ya llevo gastada la mitad de vida (suponiendo que viviré
100 años)
Me pregunté cómo conseguirlo, cómo bajar esa
sensación de prisa. Porque hacer las cosas a su ritmo justo consigue que lo
disfrute mucho más, me sienta más tranquila y relajada, prime la calidad a la
cantidad, y, en definitiva, que me sienta mejor.
Pero os tengo que confesar que ya emprendí “mi pequeña
revolución”. El “reseteo” de mi disco duro. Empezando por mi mente e intentándole
con mi cuerpo (esa parte es la me está costando más)
¿Cómo empecé?
Cambiando muchas cosas en mi vida
Empecé el proceso hace unos 5 años, me propuse ir cambiando
mi mundo a mejor. A lo largo de esos años, empecé adquiriendo conocimientos
cumpliendo uno de mis sueños, estudiar pedagogía, también me gustaría seguir
con mi formación, pero el tiempo dirá. Nunca es tarde para cambiar
Pero a lo que voy. a las prisas y lo malas que son. Gracias a un curso que estoy haciendo de mindfulness, estoy descubriendo cosas maravillosas . Si tenéis la posibilidad de hacerlo, os lo recomiendo y si encima tenéis la suerte que el instructor sea un gran profesional pues doble suerte
Así que por todo esto, hoy me hacía especial ilusión
contaros por aquí algunas ideas que me están funcionando para bajar esa
sensación de prisa… ¡Espero que os parezcan interesantes! :)
1/ Si me pillo haciendo algo demasiado rápido trato de
observarme y decirme, tranqui, espera, ¿es necesario ir tan
rápido? ¿Tengo prisa realmente? ¿Es urgente para ya?
2/ Trato de recordar, con frases a la vista, con escritos o
con postales,etc ). Soy una persona impaciente por naturaleza así que siempre
he tenido prisa por ir más allá, por terminar rápido los proyectos y crecer a
buen ritmo. Será la edad quizás pero ya no quiero correr tanto. Me he dado
cuenta de que hay ciertos proyectos que requieren su tiempo, y eso también está
bien. Aprender requiere unos ritmos determinados y siento que hay procesos, en
determinados momentos, que es mejor no acelerar.
3/ Respirar hondo, relajarse. A mí por lo menos me baja el
ritmo, tomo consciencia y bajo un poquito “las revoluciones”. También escuchar
música más suave o relajante (esto me funciona muchísimo). Ah! Y probar el auto
abrazo, abrazaros es super reconfortante
4/ La excepción está bien. Un día se puede comer más tarde,
no hacer tal cosa o pasar una tarea al día siguiente (si no es urgente para ese
día, obviamente). Tardar algo más en contestar un email o dejar la cama sin
hacer. Y el mundo no se acaba, y no pasa nada de nada. Estoy aprendiendo, a no sentir culpabilidad si algo, por lo que sea, no se puede
terminar ese día, a jugar entre la estructura y la flexibilidad,
entre los horarios y la improvisación ( esto me cuesta muchísimo )
5/ Practicar el “no hacer nada”. ¿Sois capaces de estar,
aunque sea un ratito pequeño, sin hacer nada de nada? ¿Tomando algo simplemente
mirando al alrededor? ¿Pensando? ¿Sin el móvil o sin algún otro
entretenimiento?
6/ Una cosa cada vez (e intentar dejar de pensar en lo
siguiente). Cuidar cada cosa que se hace con todo el cariño, disfrutar del
proceso y no pensar en la tarea que vendrá. Imagino que se trata más de estar más presente
y ser menos multitareas
7/ Dejar de pensar (esto reconozco que ha sido un gran
cambio de mentalidad para mí) que estoy perdiendo el tiempo. Yo era de las que
me ponía de los nervios y de mal humor si tenía que
esperar mucho tiempo una cola o el de delante tardaba mucho. A base de práctica
he aprendido a decirme a mí misma, ¡qué no pasa nada! Reconozco que me sigue sin gustarme pero si me toca, me lo tomo con filosofía y calma. Muchas veces
estos momentos se pueden utilizar para disfrutar, pensar en nuestras cosas,
observar, charlar…
8/ Acostumbrarme a hacer determinadas cosas más despacio.
Por ejemplo, andar más lento si he quedado con alguien, levantarme con más
calma, guardar las cosas del super en la bolsa más despacio, escribir a mano,
cocinar con tiempo), tomar algunas decisiones meditadas con papel y boli,
resistirme a las compras impulsivas, disfrutar las largas sobremesas
Voy aprendiendo poco a poco, a frenar, a ser menos impaciente,
a ser más humilde y ser más compasiva conmigo mismo. Me he dado cuenta de que no
podía querer bien a los demás sin quererme bien a mi primero. Aquí estoy, “redecorando”
mi mundo interior. No puedo mostrar fotos de la transformación, pero el
contaros un poco sobre el proceso forma también parte de ello …
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