La llave que abre la puerta


El verdadero amor perdona, abre puertas que se cerraron por culpa del rencor y del orgullo
Pedir perdón y perdonar son las dos caras de una misma moneda, imprescindibles para todos. Y no siempre sabemos hacerlo bien. Pedimos perdón, pero de manera incompleta. “Perdóname, pero lo que pasa es que me hiciste enfadar…” lo que viene después del “pero” sobra, Perdóname termina en lo que yo hice mal y me arrepiento de ello, no sigue con un reto o reclamo al otro. El pedido de perdón debe ser genuino e incondicional. El dolor que causé me duele, eso se llama remordimiento, y entonces te pido que me devuelvas el trato, la sonrisa, el amor que yo no supe valorar, que maltraté y que ya no merezco. Perdón, con todo el peso de la palabra.
“Te perdono, pero que no se repita…” otro condicional, ahora para perdonar. Perdonar es simplemente abrazar, volver a recibir al otro, al que habíamos perdido. Soltar nuestra ofensa, largar el rencor, volver a vincularse, a atarse al otro con un nudo más fuerte que antes. El envío del amor nos pone en un lugar mejor que el anterior porque crecimos aceptándonos imperfectos y se renueva el amor.

Comentarios