La lluvia cayó sobre el suelo...

¿A dónde va todo lo que se olvida?
La dulce inocencia, la bella ingenuidad, la bonita sensación de creer que todo es posible
En el medio de la calle pintada con colores aún está dibujado el juego. Entre risas tiro la piedra y recorro los números a los saltos intentando desesperada no perder nunca mi inocencia, o por lo menos atesorarla hasta que la próxima lluvia, borre los números, los recuadros y la “Tierra” y el “Cielo” para siempre.
La lluvia cayó sobre el suelo, las gotas de agua fueron diluyendo las marcas de la tiza, borrando la casilla del uno, la del dos y el cielo, el cual discurre diluido calle abajo
Se pierde la inocencia, desvaneciendo en el recuerdo, poco a poco. Igual al azul del cielo que se difuminaba en los dibujos, la vida se encargó de difuminar la dulce ingenuidad de la infancia mezclando su esencia con la realidad, entregándola al olvido
Y no queda nada de esos tiernos momentos. Todo lo real se disipó suavemente en la memoria para después desaparecer en el abismo del olvido
Y entonces queda la frágil sensación de haber vivido un sueño, una dulce ilusión que meció nuestras ingenuas almas unos instantes, efímero momento ante la eternidad
Lo vivido se deslizó lentamente hacia las profundidades de nuestras mentes
La infancia es un sueño que vivimos, un soplo. Una dulce sensación de creer que todo es posible, de saber que lo mágico existe y lo que se sueña se alcanza `porque solo con ponerse de puntillas se puede tocar el cielo, la luna y las estrellas. La fragilidad de la inocencia se convierte en el principal poder de convertir los sueños en realidades …

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